Mi conexión con la joyería es profunda y arraigada en mi historia familiar. La saga comienza con mi abuelo paterno, quien nació en Budapest, Hungría, y emigró a Buenos Aires en la década de 1930. En la bulliciosa ciudad porteña, se sumergió en el mundo de la orfebrería y las antigüedades, estableciendo su primer taller de joyería en la calle Libertad al 400. Allí, rodeado de un equipo de hábiles joyeros, dio vida a sus creaciones, las cuales cautivaron a una clientela creciente, llevándolo a abrir más locales con el tiempo.
La pasión por la joyería se transmitió de generación en generación, y mi padre continuó con el legado familiar desde temprana edad. Para él, la joyería no era solo un oficio, sino una herencia preciada que honraba con cada pieza que creaba.
Llevo este legado en mi sangre. El amor por el diseño, la creación y la belleza se manifiestan en cada joya que concibo. Es un arte que me apasiona, una tradición que me define y una herencia que me enorgullece.
Vivi Kemeny